El hecho es que, en la actualidad, ni los padres ni los abogados podemos ver a Antón. La última tortura a la que nos sometió el sistema carcelario es de este domingo (hubo otras anteriores).
Como sabéis, después de la incomunicación policial vino la incomunicación judicial. Antón llamó el día 8, jueves, para decirnos que lo llevaran al centro penitenciario de Aranjuez. Mi teléfono móvil dice que la llamada fue de 45 segundos. Parece que la única alternativa que teníamos de verlo era presentarnos el domingo, a las cinco de la tarde, en la cárcel. Así lo hicimos. Nos dijeron, al principio, que imposible. Con mucho esfuerzo, y con la colaboración de un funcionario que parecía tener sentimientos que se le suponen a la especie humana, al final consintieron . Que pasábamos a las siete y media de la tarde, nos dijo.
Así fue. A esa hora conocemos por dentro, parte de la prisión, y vimos las láminas (de pintores impresionistas, de Klint, o un pedazo de Les demoiselles de Avignon de Picasso) que cuelgan en las paredes de varias salas de espera. Creo que las láminas son conscientes de la atmósfera sombría que se respira en ese ambiente. Por eso palidecen. Fuimos, como nos indicaron, hasta el locutorio número 5. Nuestro hijo no apareció. Cuando preguntamos, nos dijo que estaba castigado por no colaborar. (con quién, me pregunto?).
Presentamos una (inútil?) denuncia en el Juzgado de Guardia de Compostela este lunes, siguiendo los consejos del abogado.
Un abrazo, y muchas,, muchas gracias a todos y a todas vosotros(que no son, bien lo sabéis, gracias protocolarias)
Xosé Luís.
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